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Dinero electrónico

Santiago Niño Becerra - Lunes, 20 de Septiembre

El País del pasado Jueves 2 publicó en sus Págs. 26 y 27 un trabajo interesante sobre un tema que lleva tiempo coleando: la sustitución del dinero en billetes y monedas, el llamado "dinero metálico", ilustración por el también llamado "dinero electrónico" en alguna o algunas de sus posibles formas.

El tema es interesante porque la sustitución genera dudas al plantear problemas y ofrecer ventajas. Para romper la incertidumbre voy a decir lo que pienso va a suceder: está cantada la sustitución, y se implantará muchísimo antes de lo que se piensa, ¿cuánto?, antes de cinco años, ¿por qué?, pues porque brinda unas posibilidades extraordinarias de control, pero, ¿se aceptará?, pienso que si: cuando la evolución de la crisis haga insoportable la situación la ciudadanía aceptará lo que le digan.

El dinero electrónico permite dos cosas: controlar la dirección que adopta el valor en su distribución y expansión, y poder regular la cantidad de oferta monetaria en circulación de manera conveniente si, además, se controlan los instrumentos de control. (Por conveniente entiendan eso: “conveniente”).

Hoy, si se imprime un billete de cien dólares se ponen en marcha mecanismos inapelables, han de rendirse cuentas a ciertos organismos, otros organismos controlan que se cumplan ciertos requisitos; y cuando ese billete envejece, hay que retirarlo y empezar la película de nuevo. Pero si el Hipercentro Comercial Tipiflús le da una línea de crédito de cien dólares a Ms. J para que adquiera bienes en la cadena, ¿qué sucede?: nada en absoluto. Y, además, Tipiflús sabrá cuando, donde y en qué gasta / emplea / utiliza /usa Ms. J el crédito de cien dólares que le han sido concedidos, por lo que podrá trazar un perfil de Ms. J.

¿El tema de la privacidad?, que quieren que les diga. Hoy es posible fotografiar una matrícula de automóvil desde un satélite que esté orbitando la Tierra, también es posible seguir cuatro millones de intercambios de envíos de información electrónica (teléfono, mail, fax,...) por segundo, escoger qué información analizar, y rastrearla hasta su origen y destino; en otras palabras, a quien hoy es interesante escudriñar, se le escudriña porque la tecnología existente hoy ya lo posibilita. Pienso que el tema no está ahí.

Claro que con el dinero electrónico podrá saberse más fácilmente si Ms. J adquiere un alfiler de corbata en la joyería X para su amante, pero si Ms. J y su amante son personas anodinas, ¿a quién le importará?; también, si realmente interesase, hoy podría conocerse tal adquisición, aunque Ms. J pagase en la joyería con billetes de cinco dólares; no, pienso que la razón tiene mucho más que ver con la “conveniente” administración de recursos.

Si el dinero pasase a ser electrónico la monetización del valor serían bits, lo que, en principio no es ni bueno ni malo (bueno, para algunas personas hoy ocupadas sí sería muy malo: unos cuentas decenas de miles de puestos de trabajo en entidades financieras, cecas, casas de moneda, etc., dejarían de existir), lo inquietante sería que, al final de la historia, el tránsito del valor quedaría en manos de quien controla el tráfico de la información, también que la cantidad de dinero existente pasaría a ser variable en función de necesidades más o menos puras, más o menos ... convenientes. El control aumentará, y la seguridad también, evidentemente: si aumenta el control aumenta la seguridad; pero la seguridad, ¿en qué?.

Ya verán como el argumento definitivo que se utilizará para que la población acabe aceptando el dinero electrónico es el que se usó para eliminar los patrones metálicos: el valor de una moneda debe ser función de la confianza que se tenga en esa moneda, no de la cantidad de oro o plata que esa moneda incorpore; ya, ya, pero con papel puede fabricarse un dinero que no puede fabricarse si no se dispone de oro y plata, y ya se sabe lo que sucedió en los 60 y 70.

Cierto es que sin un patrón metálico que encorsete la economía, el planeta ha podido crecer mucho más que si aún siguiésemos con las monedas de plata, pero los costes han sido importantes: una deuda alucinante y un valor del dinero más fácilmente menguante al no tener respaldo real alguno el billete que se lleva en el bolsillo (y parto de la base de que el oro o la plata sólo son un respaldo si se admite que lo son).

Pienso que cuando la crisis se manifieste con toda su dureza nos dirán que el dinero electrónico reactivará la economía y brindará seguridad financiera y antiterrorista, y, bueno, también puede promulgarse una ley en virtud de la cual los alfileres de corbata para amantes paguen un impuesto indirecto superior: todo sea por la reactivación.

(Absolutamente genial el chiste de Forges en El País del 17.09.2010: http://www.elpais.com/vineta/?d_date=20100917&autor=Forges&anchor=elpporopivin&xref=20100917elpepivin_1&type=Tes&k=Forges, ahora extrapolen: “Ya he ido a la oficina del paro”, “Pero si aún no te han despedido”, “Más vale prevenir ...”. “Ya me he excusado por no pagar la cuota de la hipoteca de Noviembre”, “Pero si estamos en Septiembre”, “Más vale prevenir ...”. Prueben Uds.: “Ya _______).

(El Papa Benedicto XVI visitará España los días 6 y 7 de Noviembre, en los meses transcurridos desde que su visita fue anunciada muchas han sido las voces que han preguntado cuánto va a costar dicha visita, muchas, sin embargo la respuesta ha sido el silencio. En The UK también fue formulada esa misma pregunta en relación a la recientísima visita efectuada a Gran Bretaña por el Santo Padre, pero allí la pregunta sí obtuvo respuesta: el Estado ha gastado en el evento entre 10 y 12 millones de libras y entre 9 y 10 la Iglesia católica británica (http://www.bbc.co.uk/news/uk-11180862), es decir, entre 19 y 22 millones de libras en total: entre 22,7 y 26,2 millones de euros. Muchas voces se han levantado en The UK contra ese gasto teniendo en cuenta los recortes de servicios públicos hasta ahora habidos y pensando en los que van a llegar, incluso ha habido recriminaciones a la Iglesia: ¿ese el mejor destino que hoy pueden darse a esos millones de libras?. ¿Son trasladables a España esas mismas consideraciones?).

Santiago Niño-Becerra. Catedrático de Estructura Económica. Facultad de Economía IQS. Universidad Ramon Llull.