La Carta de la Bolsa La Carta de la Bolsa

G Ѣ€“ 46 (o más)

Santiago Niño Becerra - Martes, 20 de Julio

La pregunta que muy pocos se atreven a hacer: ¿eran necesarias / pertinentes / apropiadas las megayudas inyectadas en el sistema durante los meses finales del 2008 y todo el 2009?, en bancos, si, pero no sóloilustración

En un principio el mensaje era: “Hay que hacer lo que sea para estimular y reemprender el crecimiento”, ahora el mensaje es: “Hay que sanear, estabilizar, sentar las bases de una nueva situación para volver a crecer”.

Los humanos somos unos seres curiosos: entendemos lo hecho si desandamos el camino recorrido. Ahora se sanea porque se ha entendido que arreglar algo agotado es imposible, pero entonces, ¿por qué, antes, se hizo lo que se hizo?, pues, para, entiendo, ganar tiempo para que las entidades financieras pudieran poner en orden sus asuntos, para que las grandes compañías tuvieran tiempo para clarificar su situación y para que los Estados tuvieran tiempo para prepararse para lo que está llegando, al menos para situarse; y esos tiempos ganados han salido carísimos en déficit y en deuda, pero era lo que había.

De todo aquello, lo que más enerva son las falsas esperanzas que se han estado dando a la población: “el milagro es posible” se dijo, ¡y una mierda!: nunca fue posible porque no lo era lo que hubiese posibilitado ese milagro: que la capacidad de endeudamiento continuase creciendo, imposible, como imposible fue ningún milagro en 1929.

Es decir, ahora toca esperar, ir preparando la situación: el postVerano; de ahí que el G Ѣ€” 20 haya descartado un impuesto para la banca; ¿para qué?, ¿qué sentido tendría ahora si muchas de las entidades que hoy vemos, mañana tal vez se habrán diluido en un grupo mayor?. En un plano puramente lógico, “los impuestos a la banca” hubieran tenido pleno sentido entre el 2003 y el 2006, pero entonces el objetivo era que los beneficios estuvieran por encima del 15%, y el crédito de dinero barato tenía que fluir con facilidad para financiar lo pertinente; y luego ya no tuvo sentido. (La Tasa Tobin y gravámenes parecidos pertenecen a épocas en las que se buscaban otras cosas: Mr. Tobin hubiera tenido que formular su mecanismo cinco o seis años antes de lo que lo hizo, entonces tal vez hubiese tenido alguna oportunidad, después pasó su época).

Mirando la foto del G Ѣ€” 8 que El País del 27.06.2010 publicó en sus Págs. 18 y 19, me preguntaba, ¿a quienes representan estas personas?. No cabe ninguna duda de que todas ellas se encontraban sentadas en aquella mesa tras haber sido elegidas democráticamente, al menos formalmente hablando, pero, ¿estaban verdaderamente representando con sus palabras a las personas que les habían elegido?, ¿habían escrito en sus programas electorales las posturas que iban a adoptar si se presentaba una situación como la que ahora se está presentando?. Pienso que no, que en absoluto, luego, ¿dónde queda aquello de “la voluntad popular”?.

En otro orden de cosas -otro G Ѣ€” “algo”-, M. Trichet ha dicho que los stress tests ayudarán a que se normalicen los mercados. Deduzco que si dice eso es porque sabe o intuye que serán favorables a las entidades financieras testeadas, lo que equivaldría a decir que sabe algo que la mayoría de los demás no sabemos; OK. Pero esa seguridad demostrada por el Presidente del BCE no cuadra con la imagen mostrada hasta ahora por las entidades financieras de la UE (ni por la de USA; de las de JPN hace ya tiempo que se habla, y en las de PRC ...), ni con ese anuncio de que el fondo de 750 mMÑ¢”šÂ¬ recientemente aprobado para ayudas a países también puede servir para “recapitalizar” -¿evitar que caigan?- a entidades financieras con problemas. No cuadra, en absoluto.

Más bien pienso que podría suceder otra cosa. Que esos stress tests puedan ser maquillados y aceptado el maquillaje porque no otra cosa pueda hacerse, lo que me llevaría a plantear dos cuestiones. Una es antigua: ya la he expuesto en varias ocasiones: ¿por qué no se hace pagar a los accionistas de una entidad financiera con problemas su cuota de responsabilidad?, al fin y al cabo la inversión es un riesgo, independientemente de que la empresa en la que se invierte venda acero o venda dinero. Otra es nueva: antes, cuando en el 2007 y sobre todo en el 2008, de una u otra manera se inyectaron cantidades monstruosas en las entidades financieras, dijimos que era inevitable porque el sistema había llegado a un punto en el que su modelo no podía caer, es decir, de sopetón no podía quebrar un banco: no hubiese sido elegante. 

(Realmente interesante la entrevista a John Varley, CEO de Barclays Bank que publicó El País Negocios del 27.06.2010 en su Pág. 10. Dice Mr. Varley: “El euro es un pacto político y el mercado puede romperlo”. No lo sé, lo pregunto: ¿dijo Mr. Varley hace cinco años algo parecido en una entrevista para un medio público?. Hay, hay, hay ...).

Santiago Niño Becerra. Catedrático de Estructura Económica. Facultad de Economía IQS. Universidad Ramon Llull.