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La idea de la culpa como concepto

Santiago Niño Becerra - Miercoles, 06 de Octubre

Para tomar un camino distinto, para llevar a cabo una reforma, para poner en marcha un proceso diferente, es imprescindible vender una nueva idea .ilustraciónen las mentes de los receptores un nuevo concepto, y para eso lo más fácil es meter previamente en esos cerebros el sentido de culpa a fin que los destinatarios interioricen la necesidad del cambio: "Como he sido malo tengo que apechugar con lo que viene". El mensaje, ahora, es el de que "hemos estado viviendo por encima de nuestras posibilidades"

Lo que viene va a ser tremendo, y va a serlo a un doble nivel. Por un lado, al tener que renunciar a cosas que se habían considerado normales, no excepcionales; por otro, a medida que se vaya interiorizando que no se trata de un mal sueño del que se despertará tras unos meses de sinsabores. Lo que viene es permanente: para el 99,99% de la población nunca se van a volver a repetir las orgías de consumo vividas en años pasados porque nunca jamás se va a volver a disponer del nivel de endeudamiento que en esos años pasados a ese 99,99% de la población se le permitió alcanzar (“se le permitió”: graciosamente, porque sí, porque era conveniente).

A estas alturas la actividad económica se ha desacelerado respecto a los años del boom, mucho, muchísimo, y si no lo ha hecho aún más ha sido debido a los planes E puestos en marcha a lo largo y ancho del planeta, pero planes que nada han arreglado: tan sólo han mantenido con vida al sistema a base de inyectar oxígeno a unos pulmones agotados, una respiración asistida a fin de que el modelo viviese el tiempo suficiente para cerrar los cajones que aún quedaban abiertos, una vida artificialmente mantenida a un coste monstruoso: en los países desarrollados el 30% del PIB.

Junio, Julio, Agosto, Septiembre: a medida que los planes E han ido concluyendo, a medida que los déficits se han enquistado y las deudas totales encapsulado, y el desempleo manteniendo (o creciendo: aquí), se ha ido haciendo patente que el problema es irresoluble: para revertir esta situación de caída es necesario aumentar un gasto que es imposible aumentar porque imposible es aumentar los ingresos que lo posibilitan, por lo que se opta por recortar los gastos que habría que aumentar a fin de que con esos ingresos a la baja puedan atenderse esos gastos ya podados y en proceso de repoda (“poda” y “repoda”: “consolidación”).

Junio, Julio, Agosto, Septiembre: la constatación de que volver atrás ya no es posible, del fracaso de un intento imposible de retorno que ahora hay que pagar, entre todos, si. Pero para eso hace falta que quienes han de pagar comprendan su error, admitan su pecado: “hemos estado viviendo por encima de nuestras posibilidades” y eso era insostenible. Pero quienes así moralizan nada dicen sobre el hecho de cuando eso sucedía era porque, según se decía, “el mundo iba bien”; era porque “la economía española jugaba en la Champions League de las economías mundiales”. Era porque, parafraseando a Deng Xiao Ping, “Endeudarse era honroso”.

Ahora hay que adoptar medidas tremendas y para eso venden la idea que hemos sido chicos malos, que hemos comido muchos caramelos, por eso ahora hay que recortar, podar, eliminar, purgar. La idea de que los culpables somos nosotros, de ahí la inevitable penitencia. Es de manual (de los de antes, ¿de los de siempre?): aceptar el error para admitir el castigo, castigo por otra parte inevitable: como todo lo que siempre sucede: hoy es por nuestro bien como antes lo fue “vivir por encima de nuestras posibilidades”.

Volveremos sobre el tema, volveremos.

Santiago Niño Becerra. Catedrático de Estructura Económica. Facultad de Economía IQS. Universidad Ramon Llull.