La Carta de la Bolsa La Carta de la Bolsa

AHORA HAY QUE SABER MANEJAR LAS EXPECTATIVAS, AUNQUE SEA A BASE DE PLACEBO AZUCARADO

Moisés Romero - Lunes, 10 de Noviembre

ilustracionEn Las Trampas del Deseo (Editorial Ariel) Dan Ariely afirma que el engaño para activar el efecto placebo tiene que existir, aunque sea deshonesto, porque beneficia a mucha gente. Este especialista en psicologíт­a del consumo sostiene que también existe en las compras: percibimos los beneficios de un producto, ante la expectativa de su eficacia, antes de abrir el monedero. Placebo procede del latíт­n y se traduce por complacer. El término se utilizaba ya en la Edad Media para designar los lamentos que proferíт­an las plañideras profesionales en los funerales, pero poco a poco fue utilizándose en el ámbito médico. Ya en 1811, Hooper, en su Diccionario Médico lo definíт­a "como cualquier medicamento prescrito más para complacer que para beneficiar al paciente. Hoy, el Diccionario de la Real Academia Española (RAE) señala que "es una sustancia que, careciendo por síт­ misma de acción terapéutica, produce algún efecto curativo en el enfermo, si este lo recibe convencido de que esa sustancia produce realmente tal acción..." Esto, a propósito del Cambio que se pregona en EE UU tras la victoria de Obama. Los participantes en los mercados y los mercados, como tal, están ansiosos de agarrarse al clavo ardiendo de las mejores expectativas, aunque son conocedores de las dificultades el momento. Son momentos de rogativas y de oratoria, de elocuencia sublime.

Las primeras conclusiones de los experimentos sobre el dolor del Instituto de Tecnologíт­a de California han revelado que la palabra, el Don de la Palabra, también puede actuar como placebo. Si a alguien se le dice que sufrirá una descarga menor que la que se le aplica realmente, la persona siente menos dolor. La Bolsa está llena de curaciones con placebo, unas veces se trata de agua azucarada, otras de palabras que salen de la boca de prohombres o magos de la sociologíт­a, auténticos especialistas en la cultura de masas. Hay también en la Bolsa, brujos y santeros. Chamanes que acarician las manos de las personas que piden ayuda y que con este contacto se sienten aliviadas.

Pocos díт­as antes de morir mi padre le pregunté por qué seguíт­a empeñado en acudir a un curandero de un pueblo cercano. “Cuando me toca siento alivio y quizá pueda curarme”. Mi padre estaba convencido de lo que hacíт­a, porque manteníт­a viva la expectativa de una súbita recuperación de su salud totalmente deteriorada, de curación imposible, algo que luego sucederíт­a, aunque de manera más súbita, con mi difunta madre. Dicen los entendidos que si una persona confíт­a en el poder curativo del tratamiento, aunque sea a base de brebajes amargos, y está animado a llevarlo a cabo, éste será más eficaz. Salvo que no haya posibilidad de retorno, que es lo que suele suceder con frecuencia.

Es el manejo de las expectativas lo que mantiene vivos, pendientes, con los ojos abiertos, a unos y a otros. En los últimos dieciocho meses, los grandes chamanes de las Bolsas han rociado con placebo y otros brebajes los principales enclaves de los mercados, porque, ante todo, han tratado de complacer a un alto número de participantes que entraron en plena luna de miel y que, sin darse cuenta de lo que se les echaba encima, beben ahora la hiel del fiasco. Pero quieren intentarlo de nuevo a propósito de la victoria de Obama, que se ha vendido como la victoria del Cambio, es decir, de la vuelta a los oríт­genes y de la recuperación del liderazgo mundial de Estados Unidos tanto en el orden económico como en el políт­tico. Placebo para todos y en todos los rincones. Dicen que tiene efectos terapéuticos, pero que es incapaz de sanar una mano rota, un corazón partido o un tumor de pecho, es decir, algunos de los males que afectan a la Economíт­a Global.

Manejo de las expectativas, en fin: todo irá a mejor y la Crisis sistémica estará superada más pronto que tarde. Placebo y mantra, para que la bicicleta económica de piñón fijo pueda levantarse, como mal menor.

A propósito ¿cree usted que las dotaciones millonarias de dólares y de euros de los bancos centrales son dinero cierto o simple placebo? Yo ya no sé que pensar.