La Carta de la Bolsa La Carta de la Bolsa

NO HABÍAMOS SUPERADO EL TRAUMA DE LA INFLACIÑ“N Y HABLAMOS DE DEFLACIÑ“N. LA DÉCADA PERDIDA

Moisés Romero - Lunes, 29 de Diciembre

ilustracionLos Gobiernos actúan con rapidez para intentar detener la hemorragia. Por eso, los ciudadanos del mundo muestran sus sorpresas ante enunciados que no han vivido aún, pero que los Gobiernos sostienen que existen. Por ejemplo, el consumidor aún no ha percibido la deflación de la que tanto se habla, salvo caídas promedios en las gasolinas, que no han alterado otras vías, como las del transporte público, que seguirán alza. Lo mismo en la electricidad, teléfono y en el conjunto de la cesta de la compra ¿Y los inmuebles? Tampoco se desploman los precios. Es más, los de las promotoras no bajan. Sólo reculan inmuebles concretos de ciudadanos concretos. Toca, no obstante, apercibirse de la deflación que viene. Aconsejo leer (o volver a leer) el gran libro "La Burbuja y la Crisis Económica de Japón", D. Antonio Torrero. Editorial Témpora. Nтº de páginas: 210, porque hay tintes de hoy idénticos a los de entonces. Mi amigo José Luis Campos Echeverríт­a (Miembro del Consejo editorial de la revista "Análisis Financiero") hizo hace tiempo un resumen encomiable. Dice que Antonio Torrero analiza lo que es probablemente la mayor burbuja de la historia, la japonesa, que fue a la vez mobiliaria e inmobiliaria. Examina la génesis de la formación de dicha burbuja y las consecuencias del estallido de la misma desde la perspectiva del crecimiento japonés para el periodo 1950-2000; treinta años de gran crecimiento en tasas fuertemente decrecientes en cada década y una década final larga de estancamiento.

Un estudio centrado en el componente financiero de este proceso, en el que la banca ha jugado un papel esencial, con las referencias especificas del entramado institucional japonés (primacíт­a de lo laboral en el gobierno de las empresas frente a los accionistas y los beneficios, dependencia de un Banco Principal que es a la vez prestamista y accionista frente a los mercados, fuertes interrelaciones empresariales de propiedad, los llamados Keiretsu, y el alto intervencionismo de los burócratas en las empresas con altos intereses en las mismas).
Dichos rasgos especíт­ficos considerados como motores de una larga prosperidad, se convirtieron en el gran inconveniente para gestionar la crisis, ya que la misma implicaba unas actitudes totalmente contrarias a los principios y actitudes japonesas. Claridad informativa, capacidad rápida de decisión, ajuste laboral, voluntad políт­tica y apoyo de la opinión publica en el salvamento de bancos, coordinación entre y políт­ticos técnicos y entre estos últimos entre si., Parlamento, Ministerio de Economíт­a y Banco Central de Japón. Los estudiosos dicen que un aspecto clave en el libro lo constituye el inicio de la liberalización financiera en 1973, con la crisis del petróleo, y la apertura de un mercado de Deuda Publica que se extendió a todo el mercado de renta fija al que acudieron las grandes empresas tradicionales clientes de la banca, forzando a la misma a asumir fuertes posiciones especulativas con empresas domesticas, principalmente inmobiliarias y de la construcción, lo que fue determinante en la creación de la burbuja inmobiliaria.

Ejemplo de cómo una liberalización parcial (sin tocar por ejemplo el mercado laboral) llevó a la banca a asumir fuertes posiciones de riesgo, claves en el proceso de formación de la burbuja. Por otro lado las fuerzas corporativas, en búsqueda de la cohesión social en una sociedad cada vez mas dividida por las espectaculares alzas de viviendas y acciones, forzaban la propia naturaleza inestable de la Bolsa, intensificando las participaciones cruzadas y la imposición por los bancos a las empresas cotizadas, de supuestas políт­ticas estabilizadoras (asíт­ en una cierta etapa, los altos pagos de dividendos y emisiones de acciones por debajo de la par). La magnitud de las plusvalíт­as mobiliarias e inmobiliarias ocultaron la realidad. Las fortíт­simas plusvalíт­as bursátiles e inmobiliarias, solaparon el largo proceso de descenso de las rentabilidades empresariales que ha durado quince años.

Todo ello supuso un mecanismo de refuerzo y mantenimiento de la burbuja japonesa durante un largo periodo. El sentimiento social derivado de todo lo anterior, lleva a que, cuando comienza la caíт­da simultanea de los precios de las acciones y los inmuebles, nadie en la comunidad japonesa podíт­a prever la magnitud de la misma, con lo que las medidas económicas en todos los terrenos (fiscal, monetario, administrativo etc.) se van mostrando cada vez más insuficientes y reduciendo el margen de maniobra en todos los ordenes, incluido el del crédito políт­tico y la confianza publica en las instituciones, lo que al final desemboca en lo que Antonio Torrero llama “Una crisis de regulación “.

“La cual acontece cuando las instituciones existentes precisan de ajustes que ponen en peligro su estabilidad o viabilidad ” Es por tanto una situación líт­mite. Aquíт­ y ahora se ha dicho que el mercado inmobiliario europeo, en su conjunto, adolece de la misma carga especulativa que en Estados Unidos, aunque existe la percepción de que el tenedor de las hipotecas europeo es más solvente que el estadounidense, lo que conforta a los reguladores y observadores bancarios. Se trata, no obstante, de una verdad a medias ahora que el desempleo azota a las principales economíт­as del mundo. El mercado laboral, pese al incremento de parados en Estados Unidos, es allíт­ más flexible que en Europa. O dicho de otra manera, de muy poco sirve un drástico recorte de tipos de interés si las personas endeudadas pasan a engrosar la lista del paro y no pueden hacer frente a sus deudas.

Hay más, un recorte brutal de tipos de interés, que es lo que piden determinados voceros a instancias de ciertos prohombres, no puede servir para mucho, es decir, no sirve para nada, si el mercado interbancario no se desatasca, si los bancos dejan de mirarse unos a otros y de guardarse los ases en la manga. Una caíт­da a pulso de los tipos de interés en Europa aliviaríт­a los diferenciales y curvas actuales, provocaríт­a, quizá, un desplazamiento hacia bajo de las tensiones del mercado y, de ser asíт­, que no está demostrado que vaya a ser asíт­, mejoraríт­a la evolución del Euribor, que tanto aprieta a los endeudados.

Todo pasa, según los expertos, por una mejora en las condiciones de financiación de los bancos entre síт­, que es lo mismo que decir que la situación mejorará cuando la Crisis Financiera desaparezca. No obstante, hoy vuelvo a leer de nuevo a Antonio Torrero, porque todo me resulta próximo, al alcance de la mano. He considerado, en cualquier caso no suicidarme. No entiendo lo del hara-kiri.