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Crónica de lo que ya no es

Santiago Niño Becerra - Viernes, 14 de Enero Hace unos días una amiga me remitió un mail, un mail en respuesta a una pregunta mía. Resulta que hace un tiempo se dedicó, profesionalmente, al tema inmobiliario. Persona que pormenoriza muy bien todo lo que hace respondió mi pregunta y, entre otras cosas, me hizo un resumen de cómo había sido el devenir del subsector: la crónica de lo que ya no es. ilustración Esto es lo que me dijo:

“En el 2005, las empresas del sector empezaron a vender menos (se alargaban los plazos de venta de los inmuebles). En el 2006, estas empresas empezaron a hacer una publicidad mucho más agresiva y a gastar más en ese concepto porque sus ventas habían bajado (estaban mal acostumbrados, habían agrandado sus estructuras, habían abierto oficinas y mantener “todo eso” ya empezaba a ser difícil). 

Después de las vacaciones de verano del 2006 empezaron a caer como moscas las inmobiliarias pequeñas. Aún así, fue un año de facturación fantástica en publicidad: se necesitaba VENDER y había que quemar los últimos cartuchos. En el 2006 empecé a darme cuenta de que el sector no iba bien (aunque sí para mi bolsillo) ... por eso me mantuve en la empresa.

En el 2007, el tema se complicó más todavía y las empresas del sector (las que quedaban) empezaron a ni siquiera poder invertir en publicidad. Crecieron los impagados… Muchísimos constructores se habían quedado con edificios enteros de pisos por acabar o acabados y sin poder vender, endeudados con los bancos y perdiendo hasta sus casas. Los bancos ya no daban hipotecas a los inmigrantes como en los años anteriores (los pisos se compraban con las nóminas de dos o tres personas…).

Después del verano del 2007 pensé que debía abandonar el barco muy a mi pesar porque en el fondo había dos cuestiones que me hacían difícil la decisión: 1- era un proyecto (a lo que ella se dedicaba) que inicié yo y 2- me parecía que podría ser una forma de deslealtad no quedarme hasta el final.

Hice tres entrevistas, en dos no me interesó el producto, en una, y el sector, en otra, pero el responsable de la empresa de selección de personal me “vendió” la empresa muy bien… me dijo que era la persona del perfil que se buscaba bla, bla ... y me dije a mi misma “¿por qué no? Yo vendo lo que sea”....  Empecé a trabajar a principios de febrero del 2008.
Negocié mi salida de mi proyecto presentándoles a los clientes más importantes de forma que los socios pudiesen atenderles personalmente y ahorrarse las comisiones de otro comercial. Cuando me fui pensé que a lo mejor me estaba equivocando, porque los socios parecían estar muy seguros de poder salvar la empresa. Pero cuando intentaba encajar las piezas del puzzle ... me dije a mi misma que me la tenía que jugar, que aquello no encajaba. Mis compañeros de ventas se quedaron. Luego dijeron que tenían que haber hecho lo mismo… Estuvieron meses sin cobrar y luego la empresa cerró (creo que a finales del 2009)”.

Fin de la historia.

¿Quién dijo que el derrumbe inmobiliario se presentó de golpe?. Hasta Marzo del 2006 la tendencia que marcaba la evolución del precio del metro cuadrado construido fue creciente, a partir de Abril el precio medio del metro cuadrado continuó aumentando, pero la tendencia varió; y eso ya venía desde el 2005. El derrumbe no se produjo hasta Septiembre del 2007. ¿Solamente lo vio mi amiga y cuatro más?, ¡no me lo creo!.

Supongo que dentro de unos años, cuando se escriba el libro sobre esta crisis sistémica con una perspectiva en años parecida a la que Galbraith tomó para escribir el libro sobre la Depresión, al subsector inmobiliario se le dará la importancia que tuvo: el vehículo material que sirvió para mover una pura especulación financiera hasta los extremos más recónditos de la memoria; en unos sitios más que en otros, naturalmente.

A mí me quedarán, pienso que para siempre, las imágenes de los “For Sale” en colores fosforito claveteados por docenas en las fachadas de los edificios de las localidades irlandesas.

(Atentos a lo que viene ahora porque parece imposible, y no lo es. Ayer me encontré con una persona a la que hacia un tiempo no veía y, obviamente, estuvimos hablando de “la situación actual”. Desde hace muchos años tiene una pequeña distribuidora de pequeños equipos industriales, y lo que me dijo es que las cosas no le iban mal porque ... estaba cobrando lo que vendía. En el 2008, dijo, hizo una limpieza: a una serie de clientes les dio puerta, proceso que continuó durante todo el 2009; asumió una serie de pérdidas -mínimas: cobró casi todo ofreciendo descuentos galácticos- y empezó el 2010 siendo bastante más pequeño de lo que había sido en el 2008, pero estando mucho más sano; a la vez, claro, adaptó su dimensión a la nueva realidad. Pero en ese proceso le pasaron cosas, como esta.

Resulta que tenía un cliente del que, al final, no pudo cobrar todo lo que le debía: le dejó a deber 670,00 euros; no se rían que la cosa es seria. No pudo cobrar porque el cliente en cuestión hizo “suspensión de pagos”, y mi conocido, como todo el mundo, pasó a formar parte de la lista de acreedores. Pues bien, tras el convenio, la quita, las prioridades de pago, las pólizas, los sellos y los timbres correspondientes, un día le dijeron que podía pasar por caja a cobrar su parte de la deuda. De aquella mi conocido recuperó la cantidad de ... ¡17,00 euros!. ¿Comentarios?, pienso que lo mejor es no hacer ninguno). 

Santiago Niño-Becerra. Catedrático de Estructura Económica. Facultad de Economía IQS. Universidad Ramon Llull.

@sninobecerra

Santiago Niño-Becerra. Catedrático de Estructura Económica. IQS School of Management. Universidad Ramon Llull.




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