La Carta de la Bolsa La Carta de la Bolsa

Lo que está pasando: la muestra, el detalle

Santiago Niño Becerra - Lunes, 18 de Octubre .ilustraciónHabitualmente, los economistas -me incluyo- se mueven con datos macro, con tendencias, con proyecciones, que es, entiendo, lo que debe hacerse a fin de obtener una visión global, una visión de conjunto de las cosas, de la realidad, pero, en ocasiones, es necesario ir a lo micro: ayuda a percibir mejor lo general. Hace unos días tuve ocasión de obtener una visión micro de esa realidad, una muestra, un detalle

Unos días antes un señor, residente en España, al que conozco hace bastante tiempo me envió un mail y me preguntó si podíamos vernos: tenía que comentarme un par de cosas y, a la vez, hacerme una consulta. Consulté mi agenda y quedamos a una hora. Este señor tiene un negocio en el que vende y repara cosas (disculpen que no de más detalles), lo tiene desde hace años, lo heredó de su padre y él lo ha ido ampliando.

Hace cinco años, debido a una serie de razones urbanísticas decidió dar el salto: trasladarlo y ampliarlo: le arropaba “lo más que bien que España iba”; para ello solicitó un crédito que, evidentemente le concedieron. Su primer, y ahora se está viendo -él lo está viendo-, tremendo error: contratar el crédito a un plazo corto de amortización: “para pagar menos intereses y para acabar cuanto antes”, me dijo cuando nos vimos (no, en su momento no me consultó nada: cosas que pasan); además, como las cosas marchaban bien, ¿por qué no iban a continuar marchando igual?.

2005, 2006 y medio 2007 fueron como un tiro, viento en popa, a todo trapo; pero, persona de mucha, mucha percepción, a partir del Otoño del 2007 empezó a oler “algo” en el ambiente, un algo que ya se convirtió en tormenta a partir de Septiembre del 2008. El resto se lo pueden imaginar.

¿En qué situación se encuentra hoy?. En cuanto a deudas no debe nada, absolutamente nada, a nadie: ni a la Seguridad Social, ni a las Haciendas estatal, local o municipal, ni a ningún proveedor, tan sólo la cuota hipotecaria del crédito que solicitó para ampliar su negocio. ¡Que bien!, exclamarán algunos de Uds., pues no.

A finales de Septiembre del 2009 le telefoneó el director de la oficina de la entidad financiera con la que más trabajaba, tres días antes de que venciese una póliza de crédito a través de la que canalizaba el 75% de su negocio, y le dijo que no se la iban a renovar, sí, han leído bien: tres días antes de su vencimiento. El señor que conozco le preguntó al director de la oficina si podía hablar con alguien de mayor nivel en la institución, y éste le respondió que era una decisión tomada; ¿razones de la cancelación?, absolutamente ninguna. Pueden imaginarse Uds. como quedaron las finanzas de mi conocido y como fue a partir de entonces el desempeño de su actividad.

Cinco meses después le vencía otra póliza de crédito que utilizaba en el 25% restante de su actividad, y previendo posibles problemas, hacia finales de Diciembre fue a ver al director de la agencia con la que se movía y le dijo que, a fin de evitar prisas de última hora, le iba a traer la documentación para que fuese preparando la renovación. El director de la agencia le dijo que, bien, que vale, pero que no hacía falta que corriese porque no iba a haber ningún problema. En esta ocasión le avisaron con más tiempo: un mes antes del vencimiento el director le comunicó que no iba a producirse la renovación, y tampoco en esta ocasión hubo razón alguna. En este punto mi conocido ya estaba tirando de reservas.

En Mayo recibió una llamada de la directora de una oficina de la tercera entidad bancaria con la que trabajaba, bueno, en la que tenía una cuenta que más era una cuenta de ahorro que otra cosa y en la que tenía una pequeña póliza de crédito que única y exclusivamente utilizaba cuando tenía puntas de actividad; el objeto de la llamada era hablar con él.

Quedaron para comer y la directora en cuestión le dijo que la póliza que le vence dentro de unas semanas no se la van a renovar; en este caso sí le dio razones, más por amistad que por otra cosa: parece ser -según dijo esta persona: es importante destacarlo- que las entidades financieras tienen una lista de subsectores económicos malditos a los que mejor no “dar ni un duro”. ¿Qué subsectores?, todo lo relacionado con la construcción, el textil y el automóvil, y cuando digo “todo” me estoy refiriendo a “todo”.

Uds. pueden imaginarse como se encuentra este señor: una parte de su negocio funciona bastante bien -la reparación- pero no puede continuar como iba porque depende de una financiación que ahora se le niega a pesar de que no debe nada a nadie, y sobre él, además, pesa una deuda que contrajo mal y que ahora le pasa una factura mensual que aún le limita más.

“¿Qué opciones ves?”, me preguntó. Veo cuatro, le dije: o metes a un socio con dinero fresco que financie tu día a día, o reduces el tamaño de tu negocio centrándote exclusivamente en aquello con lo generas cash flow, o liquidas y bajas la persiana, o vas al concurso. Se quedó pensativo, contestó una llamada, se despidió de mí, y se fue.

Casos como este ya hay muchos, y habrá más. ¿Qué ha hecho mal este conocido mío?, al margen de endeudarse a corto, nada. Como la inmensa mayoría se creyó lo que le dijeron: que España iba bien y el mundo mejor, y que así iban a seguir, y se embarcó en un proceso de ir a más porque todo iba a más, y durante unos años así fue. Y también como la inmensa mayoría, no vio que ese ir a más se sustentaba sobre columnas de humo. ¿Por qué no lo vio?, en parte porque es humano, en parte porque tal situación le favorecía, en parte porque no había otra opción si quería seguir creciendo, lo que sí quería porque es humano, en parte porque la dinámica general empujaba en esa dirección, en parte porque la perspectiva era bonita, ...

El hecho es que aquello se acabó y jamás va a volver (este señor está convencido de que “esto va para largo, para muy largo”). ¿Cómo se siente?, impotente: es plenamente consciente de que no puede hacer absolutamente nada, y le da la sensación de que nadie, al menos hasta donde él ve, puede hacerlo.

A esto es a lo que me refiero cuando digo que esta crisis es sistémica debido a que el modelo se ha agotado: ya no se puede continuar funcionando como se funcionaba: hay que cambiar; lo que sucede es que eso tiene consecuencias: muchas, muy duras, traumáticas.

Lo que está pasando: da igual quien lo dijese, la idea está extendida y es falsa, ya lo hemos dicho aquí cientos de veces: hoy no se gana competitividad reduciendo salarios sino mejorando la productividad de los inputs: aumentando la eficiencia en su uso; por eso cuando mejora la productividad el desempleo aumenta, más cuanto más intensivo en factor trabajo es el modelo productivo que se utiliza: una consecuencia que, o no se entiende, o se entiende y se explica mal adrede: para no decir cosas feas, o se entiende y se explica mal para que la ciudadanía no vea que vamos hacia un desempleo estructural elevadísimo: en España más.

También circula otra idea equivocada: hay que producir más, para vender, ¿a quiénes?. No en el interior: los salarios medios, se dice, van a bajar, el desempleo no va reducirse, la capacidad de endeudamiento se ha hundido y su derrumbe va a más; ¡claro!: exportación, y volvemos a lo de antes: como los salarios van a bajar la economía española será más competitiva y va a vender fuera la mayor producción que va a fabricar (este razonamiento no explica con qué créditos esas supercompetitivas empresas españolas van a financiar sus circulantes y sus inversiones, pero eso, parece, es otra historia).

Pienso que como-que-no. Pueden darse todas las vueltas que se quiera pero España falla estrepitosamente -porque carece de ella- en la herramienta que será fundamental para salir de esta crisis sistémica: la productividad; además arrastra un lastre tremendamente pesado: un exceso de población activa. Y todo eso no se soluciona bajando salarios.

Lo que está pasando: Elodie, 18 años, estudiante de último curso de bachillerato, manifestante en París, en le Champ de Mart, contra la prolongación de la edad de jubilación: “Cuanto más tarde se jubile la gente, menos esperanza tendremos de encontrar un trabajo” (El País 15.10.2010, Pág. 9). ¿Qué políticos, aquí, allá, acullá, abordan el desempleo juvenil desde la perspectiva que plantea Elodie?. Esa chica atina: la demanda de trabajo va a menos: cuanto más tiempo trabajen los mayores menos ocupación tendrán los jóvenes, pero no ve el final de la historia: el excedente de población activa se va a producir tanto por abajo como por arriba de la pirámide poblacional.

Lo que está pasando.

Santiago Niño-Becerra. Catedrático de Estructura Económica. Facultad de Economía IQS. Universidad Ramon Llull.

@sninobecerra

Santiago Niño-Becerra. Catedrático de Estructura Económica. IQS School of Management. Universidad Ramon Llull.




[Volver]