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Nos estamos acercando Ѣ€“ 1

Santiago Niño Becerra - Miercoles, 14 de Abril El ex presidente de la República Argentina Carlos Saúl Ménem, durante su presidencia, pronunció una frase que ha hecho historia: "Estamos mal, pero vamos bien". ilustraciónMucho han cambiado las cosas desde que el entonces presidente Ménem pronunció esas palabras, pero la estructura de la frase es, pienso, tan válida hoy como entonces. "Estamos mal, luego vamos a tener que hacer algo completamente distinto a lo que hicimos para salir de donde estamos".

De todo lo que ha sucedido estos últimos días me quedo con dos items: el estudio de los nueve economistas -de corte neoneokeynesiano (“neoneo”, no: no es un error)- del RMF vinculado a la University of London (vean un buen resumen en El País del 20.03.2010, Pág. 20) y la sugerencia del FMI para que la UEM diseñe, establezca y protocolice un sistema de rescate a entidades financieras en situación problemática. Parecen iniciativas inconexas, pero pienso que están cobectadas, y mucho. El nexo de unión son las crisis -sistémicas- de 1929 y del 2010.

El cambio sistémico que generó a crisis -sistémica- de 1929 fue la constatación de que tan sólo aumentando salvajemente el consumo de Estado, Empresas y Familias se superaría el agotamiento al que el sistema había llegado al no cuadrar la capacidad productiva alcanzada a partir de 1923 con la capacidad de consumo de unas rentas limitadas, y ha estado funcionando muy bien porque la dinámica económica apuntaba hacia “el ir a más”. Cierto que para ello se supusieron cosas falsas, como que la cantidad disponible de commodities era ilimitada y su precio era reducido y así iba a continuar siendo, pero la alternativa a no hacer nada era, como dijo Keynes, alcanzar un equilibrio en desempleo, es decir, con subutilización de factores productivos y con crecimientos raquíticos. El estudio de los nueve economistas va por ahí: evitar el mismo peligro: el equilibrio en desempleo, en la crisis -sistémica- que va a comenzar.

El problema es que la crisis del 2010, aunque estructuralmente es muy semejante a la de 1929, tiene algunas diferencias muy profundas. De entrada, ahora, la dinámica del sistema apunta hacia el “ir a menos” debido a que las posibilidades de incremento de la productividad son infinitamente mayores que en los años 30, es decir, hoy ya es posible fabricar la cantidad de bienes y elaborar la cantidad de servicios que sea precisa: más, menos o igual que ayer o que mañana, utilizando muchísimas menos unidades de factores productivos que en los años 50. En segundo lugar porque hoy se sabe que la cantidad de commodities sí es finita y se conoce que su precio se halla muy vinculado a su disponibilidad y facilidad de obtención. Por último porque el entramado monetario-financiero, el lubricante y combustible del modelo, es enemil veces más complejo que hace 40 ó 50 años, por lo que la dificultad de entrar en el binomio “economía real Ѣ€” economía financiera” se dispara exponencialmente.

Hoy, un cambio sistémico de estructura neoneokeynesiana, semejante al cambio sistémico producido en los años 30, entiendo es, pura y simplemente, imposible: aquel cambio sistémico llevó a un modelo económico en el que crecimiento y uso creciente de recursos (incluido el factor trabajo, evidentemente) estaba íntimamente correlacionado, ahora generación de PIB y uso de factores productivos han dejado de estarlo gracias a la evolución tecnológica que ha disparado la productividad en todos los subsectores hasta límites difíciles de imaginar (y estamos sólo al principio). Es decir, una tecnología cada vez más sofisticada, más fácil de utilizar y más barata busca la máxima eficiencia en el uso de factores productivos (incluido el factor trabajo) de modo que la necesidad de estos tiende aceleradamente a decrecer en todas las actividades económicas y sociales.

La evolución de esa concepción, no puede derivar hacia una irracional e imposible rebelión contra la tecnología: la evolución tecnológica es imparable, pero, a la vez, la inevitabilidad de las consecuencias de esa evolución tecnológica hará, pienso, que la solución a la crisis implique un cambio radical en el modo de vida. En otras palabras: la solución se halla en lo nuevo, no en lo viejo, un nuevo modo de hacer muchísimo más eficiente y, por tanto, minimalista.

En este contexto es lógico que el FMI sugiera a la Comisión Europea que establezca un proceso de intervención en entidades financieras que entren en zona problemática; también lo es que en USA el proyecto presidencial de regulación bancaria contemple recortes de libertades de actuación a las entidades financieras. En las últimas tres décadas “lo monetario y financiero” ha ido desarrollando una vida propia al margen de “lo económico”, de tal modo que hoy la interpenetracion existente en los activos de las entidades financieras, entre “lo real” y “lo virtual”, es, en innumerables casos, indescifrable.

En otras palabras, como el escenario en el que se produjo el mega desarrollo de ese mundo financiero separado-de-lo-real ya no es el que ahora muestra el panorama, y como el enredo generado en ese mundo financiero es tan descomunal y, por tanto, irresoluble, la única solución es la que en su día aplicó Alejando Magno al nudo Gordiano: cortarlo con sus espada, es decir, pienso, que las autoridades monetariofinancieras del planeta se preparen para intervenir en el sistema.

(Las palabras, ayer, del Señor Gobernador del Banco de España en el sentido de que España va a obtener un ingreso por su contribución al fondo de ayuda a la economía griega en forma de intereses, son correctas ... si Grecia paga, cosa que en mi opinión no sucederá: si ahora tiene problemas para afrontar una deuda de X, ¿cómo va a poder hacer frente a una de X+n con las expectativas de crecimiento que pintan en el horizonte?).

Santiago Niño Becerra. Catedrático de Estructura Económica. Facultad de Economía IQS. Universidad Ramon Llull.

@sninobecerra

Santiago Niño-Becerra. Catedrático de Estructura Económica. IQS School of Management. Universidad Ramon Llull.




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