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Merry Christmas

Santiago Niño Becerra - Jueves, 23 de Diciembre Ahora son cinco años: ayer el Presidente del Gobierno en el Parlamento. ¿Recuerdan cuando, a mediados del 2008, se decía que en el primer trimestre del 2009 todo iba a quedar solucionado?.ilustración Ahora, a finales del 2010, se nos dice que la cosa va para cinco años: "Tenemos ante nosotros 5 años decisivos para la prosperidad y el bienestar de España y los españoles en las próximas décadas" (http://www.elpais.com/articulo/economia/Zapatero/dice/Espana/necesita/anos/superar/desequilibrios/elpepueco/20101222elpepueco_1/Tes).

Lenta, aunque imparablemente, se va configurando una realidad: España, ¿qué es?, ¿con qué cuenta?. Ayer, en clase, comentando un artículo sobre la apuesta que se ha hecho para salir de esta crisis a través de las exportaciones, una alumna dijo, “Y España, ¿qué puede exportar?”. Y la pregunta: cinco años de empobrecimiento, ¿cómo van a posibilitar el acercamiento hacia la prosperidad y el bienestar?; y ¿en otras partes?, es lo mismo, menos, pero lo mismo: estamos pasando a otro escenario: se está cambiando el escenario.

Me decía alguien hace unos días: “Es injusto lo que está sucediendo con Irlanda”. No entro en ese tipo de valoraciones, le dije: el concepto de justicia es relativo, y temporal: algo admitido hace unas décadas se ha convertido en inconcebible hoy, pero hay una cosa que sí es Irlanda: un ejemplo, posiblemente el último, de cómo han funcionado las cosas en nuestro sistema.

Cuando tras las Guerras de Coalición se inicia el Sistema Capitalista Irlanda era, desde hacía dos siglos una especie de finca perteneciente a unos pocos nobles británicos. Tras la orden dada por Cromwell, entre 1649 y 1653 se produce la invasión de Irlanda y la aniquilación de la estructura nacida de la rebelión de 1641 contra la permanencia británica; la invasión fue terrible, con episodios horrendos -aunque no inusuales en la época- como la masacre de Drogheda. A partir de aquí la población irlandesa pasó a no tener derecho alguno, asemejándose su estatus al de los siervos feudales. La miseria era general, la pesca, y sobre todo la agricultura eran la forma como esa población generaba el escaso PIB que generaba. En ese estado se hallaba Irlanda y su economía cuando se puso en marcha la Revolución Industrial.

Entre 1845 y 1849 la llegada a Irlanda de un insecto acabó de hundir una situación que ya era penosa. La dieta básica, exclusiva, podría decirse, de la población irlandesa era la patata. En ese escenario, la llegada del escarabajo de la patata destruyó las cosechas y eliminó prácticamente la producción, lo que vino después fue una cadena de hambrunas que eliminó a casi un millón de irlandeses. La respuesta de aquellas gentes fue lógica, aunque un tanto original para la época: emigrar masivamente, sobre todo, aunque no exclusivamente, a USA, un país en el que todo estaba por hacer.

La combinación de sacrificio, sentido católico de la obediencia, cultura de clan, hambre, practicidad calvinista y desarraigo, potenció en los irlandeses, allí donde estuviese, un espíritu inconmensurable de lucha por la supervivencia, aunque sin perder nunca de vista su referente: Irlanda. (Impresiona echar una ojeada al libro de visitas de la catedral de Limerick: más o menos, por cada diez firmas de personas, con apellido irlandés, procedentes de USA hay una de otros lugares). En la isla todo siguió parecido, y en lo económico muy poco variaron las cosas tras la independencia obtenida de The UK, en 1922, hasta finales de la década de 1980.

En los 90 el ascenso, en los 2000 el delirio, ¿las causas?, USA necesitaba un portaviones en Europa; algunas empresas europeas buscaban un lugar tranquilo, en Europa, para permanecer; la población ansiaba consumir cosas, entre ellas, casas; los poderes locales querían construir parques y arreglar paseos (¿alguien recuerda cómo era la zona de Paul St., en Cork, antes de que la arreglaran?), y todo eso se consiguió gracias a unos cuantiosos fondos europeos (cohesión, etc.), a unas entradas masivas de capital exterior, y a un endeudamiento monstruoso en el que fueron entrando el Estado, las empresas, las familias y los bancos irlandeses; como posibilitador del proceso un impuesto sobre beneficios que es la mitad del tipo medio europeo, un porcentaje que ahora es muy criticado por la UE pero que en su día fue autorizado por quienes ahora lo critican.

La pregunta que ahora se está haciendo una de las cajeras del centro que la cadena Tesko tiene en Ennis es, ¿valió aquello la pena teniendo en cuenta lo que ahora se ha venido encima, teniendo en cuenta lo que mañana va a venir?. Es duro, pero la respuesta a esa pregunta sería: “Tal cuestión no procede”. Irlanda era lo que era: una de las economías más pobre de Europa con una historia de siglos de pobreza y privaciones a la espalda. Si-no-hubiese-sucedido-lo-que-sucedió, Irlanda estaría en una situación parecida a la que se hallaba a mediados de los 70 (y muy posiblemente The Irish Trouble aún estaría vigente: pienso que en la pacificación del Ulster mucho tuvo que ver el boom económico irlandés).

Por sí misma, la economía irlandesa era capaz de llegar a donde llegó a finales de los 80, más allá era imposible. Las medidas que se tomaron, las decisiones que se adoptaron, los negocios que se permitieron, posibilitaron una dinámica de aumento descomunal del PIB, pero sin base ninguna: el Dublin real no era el del 2006, sino el de 1988, casi toda la diferencia es deuda, deuda que, pienso, es pura y simplemente impagable.

El plan de ajuste que el Gobierno irlandés ha elaborado (se han solicitado elecciones anticipadas: ¿para qué?, cualquier otro Gobierno, ¿qué va a hacer?, ¿qué puede hacer?, hoy se está ya gobernando Irlanda desde Frankfort, desde Londres, desde Bruselas; en fin: si la ciudadanía irlandesa quiere ver otras caras en los periódicos, bien está) es irrealizable, ¿por qué?, aterricen en el aeropuerto de Dublin, alquilen un coche y vayan, pasando por pueblos y villas, hasta Cork, luego lleguen a Galway, y regresen a Dublin, y mediten: ¿realmente las gentes que habrán visto, las actividades que habrán palpado, los ambientes que habrán recorrido, pueden asumir un ajuste como el que el-Gobierno-que-sea pretende aplicar?, evidentemente, no.

Dice el Gobierno irlandés, el elegido, el formal, que serán cuatro años de retroceso, todo el mundo en Irlanda sabe que eso no va a ser así. En Irlanda se ha roto algo virtual que posibilitó una forma de hacer imposible, ahora vienen penurias, claro, pero no sólo, viene la constatación de que Irlanda está volviendo a lo de siempre, con una diferencia: ya no es posible la emigración masiva a ninguna parte.

Aquella especie de economía de casino que se implementó en Irlanda benefició mucho a muy pocos (en el 2007 el PIB per cápita irlandés se situó en el segundo lugar del ranking europeo, ¡por favor!) y algo a bastantes, de forma temporal y a crédito, y a base de cargarse paisajes indescriptibles: eran las migajas que había que dar a los posibilitadores del “milagro”. Ahora tocan “sacrificios”: simplemente para empezar a pagar todo lo que se debe: bajo los parámetros actuales, ¿es viable la economía de Irlanda?. Pienso que no y que el paso siguiente es la quita (la “reestructuración” de TODA la deuda), pero eso vendrá después.

Bueno, desde Irlanda y desde cualquier parte: Felices Fiestas, y pásenlo lo mejor que puedan; mañana ...

Santiago Niño-Becerra. Catedrático de Estructura Económica. Facultad de Economía IQS. Universidad Ramon Llull.

@sninobecerra

Santiago Niño-Becerra. Catedrático de Estructura Económica. IQS School of Management. Universidad Ramon Llull.




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