La Carta de la Bolsa La Carta de la Bolsa

SI USTED ES UNO DE LOS QUE CREE QUE HEMOS ENTRADO EN UNA GRAN DEPRESIÑ“N, SEPA CÑ“MO DEFENDERSE

Moisés Romero - Miercoles, 07 de Enero ilustracionRavi Batra. SURVIVING THE GREAT DEPRESSION OF 1990 (1988, Venus Books; 1989 Ediciones Grijalbo, S. A.) vivió años de éxito gracias al acierto en sus predicciones. Erró, sin embargo, en la más importante. Aventuró una Gran Depresión para 1990. Su libro fue un gran éxito de ventas, pero la Gran Depresión no se produjo, porque los bancos centrales ya habían aprendido de Grandes Crisis Globales anteriores. Desde hace meses, no obstante, el término ha asomado la cabeza y acaparado las primeras páginas de los periódicos más importantes del mundo. El recorrido alcista que desarrollan las Bolsas del mundo desde hace dos semanas no es considerado por algunos. Tanto es así, que muchos consideran que hemos entrado en una profunda Depresión y que lo que sucede en los mercados es un típico diente de sierra ¡ Ya veremos! En cualquier caso, si usted es uno de los que consideran que hemos entrado en una Gran Depresión, le reproduzco lo que se decía en 1989 acerca de este fenómeno. Las recomendaciones siguen siendo válidas. Usted sólo tiene que actualizarlas, trasladarlas al momento actual.

Escribía Ravi Batra:

Tres reglas son siempre de aplicación en épocas de incertidumbre y trastorno económico. La primera es que, en la medida de lo posible, debe mantener usted sus recursos en posición líquida o, como suele llamarse, cuasi-líquida Lo que no significa, naturalmente, coleccionar fajos de billetes de 20 dólares para esconderlos debajo del colchón o al fondo del armario. La segunda regla de validez general es que conviene tomar toda clas4e de precauciones para la salvaguardia de esos recursos líquidos. La clave de estas dos reglas es la propia noción de riesgo. Hay que evitar el riesgo de pérdida física o de robo, y por eso tenemos nuestro dinero en una cuenta del banco o de otra entidad financiera. Y también hay que elegir con cuidado la clase de cuenta en que lo colocamos, para no incurrir en el riesgo de su depreciación. Por último, la tercera regla general es que dondequiera y comoquiera que tengamos nuestros recursos, éstos deben hallarse en forma altamente líquida, es decir, inmediatamente disponibles por si los necesitamos.

Una simple cuenta corriente a la vista y una libreta de ahorros satisfacen los tres criterios: seguridad en los dos sentidos, y liquidez. Estos tipos de cuenta devengan un interés módico. Existe naturalmente la posibilidad de que institución sufra un percance, en cuyo caso los saldos están asegurados por la autoridad económica hasta el tope de 10.000 dólares. Como seguridad añadida, el lector puede atenerse a la lista de los bancos y entidades financieras que he dado en el capítulo 6 yen el apéndice al mismo. Sugiero además que mantenga en forma de cheques de viaje la cantidad necesaria para cubrir sus gastos durante un mes, por lo menos, ya que es lo que tardaría en lograr la recuperación de sus ahorros a través del FDIC. El dinero mantenido en cheques de viaje o depositado en bancos hoy podría perder la mayor parte de su poder adquisitivo durante los próximos años, si nuestro sistema económico entrase en la espiral inflacionista. Pero yo preveo que los años noventa se caracterizarán por la estabilidad de los precios, con lo que no ha de sufrir mucha variación la capacidad adquisitiva de los ahorros.

Queda la gran cuestión de saber hasta qué punto podemos considerar seguros los instrumentos federales. Opino que mientras los políticos no digan lo contrario, tenemos que confiar en la Administración. Cuando piense en invertir por encima y más allá de los fondos que mantenga en forma líquida o cuasi-líquida, las consideraciones primordiales han de ser, una vez más: seguridad, confianza, liquidez. Los pagarés y bonos del Tesoro reúnen esos requisitos, pero ¿Qué hará la Administración ante una emergencia, cuando sencillamente no tenga dinero suficiente para amortizar sus deudas? En el fondo, nadie lo sabe. Sin embargo, podemos estar convencidos de que la denuncia de la deuda sería el último recurso de cualquier Administración. Si realmente le preocupan a usted las dificultades financieras de la autoridad económica, no le queda otra solución sino encomendarse a las instituciones financieras,  bancos, cajas de ahorro o cooperativas de crédito que más confianza merezca, manteniendo en ellas las cuentas que mejor se adapten a sus necesidades, por ejemplo cuentas NOW o certificados de depósito a uno o dos años vista.

Le sugiero que se mantenga alejado de las cuentas de gestión de activos ofrecidas por los intermediarios bursátiles, ya que carecen del seguro federal. Verdad es que cuentan con un seguro privado, pero ¿quién asegura a las aseguradoras privadas? También podría suceder que no lograse usted localizar a su bróker si se declarase el pánico, tal como sucedió el Lunes Negro de Octubre de 1987. El papel comercial de empresas privadas también supone un alto riesgo. Es bastante probable que muchas compañías, y también muchos intermediarios bursátiles, se hundan durante la próxima depresión. Mi postura es que, en épocas de crisis y de incertidumbre, más vale pecar por exceso de cautela y atenerse a criterios conservadores en las inversiones. Hoy el conservadurismo es más recomendable que nunca, pero se trata de los propios recursos.

Por último, y frente a cualquier emergencia, quizá le interese solicitar una línea de crédito de una entidad financiera, en estos tiempos muchos bancos conceden créditos personales hasta 50.000 dólares, en función del endeudamiento actual en que usted se encuentre. Cuando se presenten las dificultades económicas, esa fuente podría secarse, así que si piensa que va a necesitar crédito, pídalo ahora que está a tiempo. La línea de crédito no le cuesta nada, hasta el momento en que efectivamente haga uso de ella.

twitter.com/moisesssromero @MoisesssRomero

Moisés Romero




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