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Temporalidad Ѣ€“ 1

Santiago Niño Becerra - Jueves, 16 de Septiembre El FMI ha dicho que si la protección económica del factor trabajo se reduce la tasa de temporalidad cae, es decir, si el modelo laboral protege menos a las trabajadoras y a los trabajadores de un país el tejido empresarial contrata menos temporalmente.ilustración ¿La razón última?, el menor coste laboral que una menor protección supone y la mayor facilidad de despido que una reducción de la protección lleva aparejada. No estoy en absoluto de acuerdo.

Desde que a principios del siglo XIX comienza la Revolución Industrial propiamente dicha se contrata al factor trabajo que se necesita y cuando se necesita. Hasta la crisis sistémica del los años 30 el objetivo era contratar a muy poco factor trabajo: al absolutamente imprescindible, pagarle muy poco, hacerle trabajar la mayor cantidad de horas posibles, y gastar lo mínimo imprescindible en seguridad laboral; cierto que desde 1880 esta consideración comenzó a cambiar un poco, pero muy poco: el trabajo era considerado un coste ineludible, no un elemento generador de valor. Si se hubiese calculado (no sé si existen estimaciones), ¿cuál hubiese sido entonces la tasa de temporalidad?, pienso que elevadísima.

El cambio lo trajo el cambio sistémico que supuso la Gran Depresión. El objetivo pasó a ser el crecimiento, el crecimiento a través del consumo de todo por parte de todos, por lo que cuantas más personas estatales, físicas y jurídicas estuviesen ocupadas y lo estuviesen al 100%, mejor ya qué más elevado sería su consumo al ser más alta su renta, renta que se suplementaba a través de dos procesos: la redistribución y la concesión de créditos al consumo (de todo).

Durante tres décadas las tasas de desempleo se colocaron cercanas al 0%, y lo mejor del caso era que cuanto más desarrollado era el país, más baja era su tasa de paro (era debido a su tremendo atraso económico la razón por la que en España, por ejemplo, sobró gente que tuvo que emigrar a la desarrollada Europa). La razón era obvia porque era simple: el factor trabajo era necesario para producir, para ayudar a consumir los bienes que producía a través de su participación en la producción, y para consumir los bienes que producía.

¿Las tasas de temporalidad en aquella, ya, lejana época?, por decir algo, ridículas: ¿cómo iba a contratarse a alguien temporalmente si lo que se necesitaba era que trabajase siempre?. ¿Los niveles de protección económica y legal para el factor trabajo?, los máximos posibles, y, aquí también, mayores cuando mayor era el nivel de desarrollo del país; el ejemplo que siempre se ponía: el Modelo Sueco.

Como saben todo empezó a variar a mediados de los 70 y todo cambio a partir de los primeros 80. El objetivo: se seguía creciendo a base de consumo, pero fabricando con métodos y con procesos que utilizasen menores cantidades de factores productivos, sobre todo factor trabajo, debido a que su coste en proporción al margen neto unitario empezó a verse elevado (de ahí que fuese entonces cuando comenzase la robotización de la producción), y por ello crecieron las peticiones de bajadas de impuestos y tasas que gravasen la utilización de factor trabajo, y de ahí que se pusiese en marcha aquello denominado en su día “proceso deslocalizador”, y que todo el mundo hablase de la NAIRU.

El crecimiento no se desvinculó del consumo (del privado: el público genera costes), al contrario, pero si se desvinculo de la ocupación del factor trabajo, de hecho fue en los 80 cuando se puso de manifiesto que aumento del PIB y ocupación del factor trabajo estaban llevando ya sendas divergentes, y, aunque no siempre, más cuanto más desarrollado era el país.

Fue en los 80 cuando la temporalidad empieza a crecer: contratación por necesidad, claro que esa temporalidad podía ser voluntaria: solicitada por el trabajador debido a que su renta familiar permitía un menor ingreso a uno de los miembros de la familia para llevar a cabo un desempeño personal que requería su tiempo, aunque en la mayoría de los casos no era así; también el empleo a tiempo parcial, y el subempleo. Las razones eran siempre las mismas: utilizar el factor trabajo que se necesitase durante el tiempo que se necesitase al precio más bajo posible, algo que venía ayudado por el traslado de actividades a países baratos y a una creciente oferta de trabajo que chocaba con una demanda decreciente del mismo. En un entorno como ese, ¿cómo podía consumir crecientemente la población?, exactamente: lo han adivinado: a base de un crédito que le era concedido sin problemas, y aumentando constantemente su nivel de deuda personal. En estas se manifiesta la precrisis en Septiembre del 2007.

(Dicen algunos que a finales de año puede crearse empleo en España, ¿cómo?: para que la economía española genere empleo el PIB ha de aumentar, como mínimo, al 2%. Quienes eso dicen deberían explicar en qué subsectores y de qué forma se va a crear ese empleo que estiman va a crearse).

(Se habrán enterado: la penúltima sugerencia de Mr. O"Leary, CEO de Ryanair, para reducir costes: suprimir los copilotos en los vuelos de corta distancia. Se ha criticado: mucho, ¿por qué?. Nos han estado diciendo durante décadas que el sistema capitalista liberal era lo mejor de mundo mundial y que quienes a él se oponían eran tontos, ¿si?, pues de aquellas proclamas han salido estas supresiones: de aquel “buscar a toda costa el valor para el accionista” tan vitoreado se ha evolucionado hasta la supresión de los copilotos en los vuelos a corta distancia. ¿Qué se está criticando?, habría que levantar un monumento a Mr. O"Leary: es uno de los que más está haciendo por llevar hacia delante aquella maravilla de la que nos hablaban, ¿o no?; ¿la alternativa?, cambiar de modelo, pero esas cosas tienen consecuencias).

Santiago Niño-Becerra. Catedrático de Estructura Económica. Facultad de Economía IQS. Universidad Ramon Llull.

@sninobecerra

Santiago Niño-Becerra. Catedrático de Estructura Económica. IQS School of Management. Universidad Ramon Llull.




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