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Valor y precio

Santiago Niño Becerra - Lunes, 15 de Marzo Es una discusión histórica: la transformación de valores en precios: ¿cómo se fija el valor?, ¿quién lo fija?, y los bienes y servicios, ¿por qué valen lo que valen?, y los importes que se pagan por esos bienes y esos servicios,ilustración ¿se corresponden con el valor que con ellos se obtiene?. A modo ilustrativo, veamos un caso real y reciente.

Hace escasos días una persona me comentó que quería cambiar de automóvil, no porque el suyo estuviese dando problemas sino porque quería un poco más de potencia y porque tras siete años y 160.000 Km. deseaba un cambio.

Cuando esa persona fue a un concesionario de la marca que fabricaba el modelo que ahora deseaba preguntó por el valor que tenía su automóvil y, según me comentó, se quedó helada cuando, lacónicamente, le dijeron que un vehículo de esas características estaba tasado en no más de 2.000 euros. “Dos mil euros, me dijo, pero si funciona como un reloj suizo” (lo que, puedo atestiguar, es cierto).

Bien, a lo que íbamos. El automóvil equivalente hoy al que esa persona tenía tiene un precio que ronda los 10.000 euros, es, insisto, la última versión del modelo que tiene la persona a la que me estoy refiriendo, nuevecito, con cero Km., por el contrario a esa persona le valoraban el suyo tan sólo en 2.000 euros, y la pregunta es, ¿por qué?.

Con respecto a este automóvil (como habrán deducido el ejemplo escogido podría ser cualquier otro), confluyen dos temas totalmente distintos aunque complementarios. Por un lado es absurdo que un automóvil que muestra un funcionamiento perfecto en todos los aspectos de tal forma que pueda utilizarse prácticamente del mismo modo que su equivalente nuevo sólo cueste el 20% de su versión actual; pero, por otro, parece increíble que hoy por un automóvil que ya tiene siete años de edad y 160.000 en sus asientos se pague el 20% de lo que cuesta nuevo.

En el sistema vigente, el precio de un bien o servicio lo fija el mercado, es decir, lo determina el colectivo a quien el bien o servicio va dirigido a través de la máxima cantidad de pasta que está dispuesto a pagar el mayor porcentaje de personas de ese colectivo de tal modo que maximicen el beneficio de la cadena “fabricación-distribución”, eso en condiciones perfectas, claro porque en la realidad ...

Actualmente existe una capacidad productiva instalada que es una auténtica exageración: existe un excedente productivo brutal en relación a la capacidad de consumo de la población lo que, a su vez, se halla relacionado con su capacidad de endeudamiento. Eso, unido a una productividad creciente, lleva a que los precios de los bienes nuevos tiendan a la baja, y una oferta creciente lleva a que suceda algo semejante con los servicios.

Pero, por otro lado, surge una pregunta: ¿por qué sustituir un automóvil que funciona a la perfección y que a la perfección cumple su función por el modelo nuevo correspondiente (o por otro que no lo sea)?, ¿por moda, por aburrimiento, para variar, ...?. Ya, ya, las razones no-técnicas y no-económicas pueden ser tan válidas y tan persuasivas como las que sí lo son; en cualquier caso una cosa está clara: para que el cambio se produzca la persona debe de contar con una capacidad de compra / de endeudamiento suficiente, si ello no es así, la persona de nuestro ejemplo debería seguir con su automóvil (que, no lo olvidemos funciona a la perfección).

El valor de cambio de la versión nueva de ese automóvil es más elevada que el del automóvil de la persona de la historia, sin embargo sus valores de uso se hallan mucho más próximos; y sus precios no difieren tanto como deberían considerando la antigу¼edad de uno y otro a pesar de que la tasación del no-nuevo no casa excesivamente con la utilidad que de este puede aún extraerse.

Hasta ahora el objetivo ha sido producir muchos automóviles (nuevos), que la población los adquiriese (a crédito en su inmensa mayoría), que achatarrasen los “viejos” (no-nuevos), y que ello se hiciese independientemente del valor de uso del automóvil a sustituir y de la frecuencia de uso que al nuevo automóvil se le iba a dar. Es decir, hasta ahora el objetivo era producir-vender-consumir-sustituir, y cuanto más breve fuese este ciclo mejor. Bien, pienso que la crisis sistémica ante la que nos hallamos va a trastocar este esquema, de hecho pienso que este trastoque será uno de los cambios sistémicos que traerá la crisis, ya hemos hablado de ello.

Volviendo a nuestro ejemplo, pienso que se van a producir muchos menos automóviles (nuevos), que la adquisición de muchos de esos (muchos menos) automóviles será financiada (por diversos agentes no bancarios), y que el uso (compartido) de los automóviles (convenientemente mantenidos por talleres verdaderamente competitivos) se extenderá a toda la vida útil de esos automóviles por parte de su o de sus propietario o propietarios. Otro modo de funcionar completamente diferente, vamos.

¿La conclusión de toda esta disquisición metafísica?, pues la convergencia de valores y precios y el posicionamiento de la utilidad como bandera. Fenómenos bastante diferentes de los que ahora se dan.

Santiago Niño Becerra. Catedrático de Estructura Económica. Facultad de Economía IQS. Universidad Ramon Llull.

@sninobecerra

Santiago Niño-Becerra. Catedrático de Estructura Económica. IQS School of Management. Universidad Ramon Llull.




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