LA CRISIS DEL 2010 (I). 2у‚тª EDICIѓN
Santiago Niño Becerra - Lunes, 04 de Febrero(Este texto fue publicado en lacartadelabolsa entre los díÑ‚Âas 31 de Julio y 10 de Agosto del año 2007. La actual es una edición revisada y ampliada). Septiembre es un mes, pero el próximo Septiembre va a ser mucho más que eso. El mes que va a comenzar dentro de pocas semanas va a ser el acto final de la obra en la que el planeta lleva participando desde 1820. El mes de Septiembre del 2007 va a suponer el principio del fin del sistema económico en que nos hallamos inmersos desde hace casi dos siglos y que se manifestará en una gran crisis que se iniciará en el año 2010. A partir de aquíÑ‚Â, el sistema irá evolucionando hasta su total transformación en otro muy diferente siguiendo un proceso estructuralmente semejante al que el Sistema Mercantilista siguió en la segunda mitad del siglo XVIII. La crisis del 2010, por tanto, será consecuencia del proceso de muerte de la estructura actual; muerte que por dramática que pueda parecer, no hace más que encuadrase en la dinámica histórica que lleva aconteciendo en los últimos dos mil años; una dinámica que supone que los sistemas, como todo ente vivo, nace, cambia, evoluciona, se agota y muere.
La estructura actual nació en 1928 y es propia al estado de bienestar en el que el planeta ha estado inmerso desde dicho año. La crisis de 1929 y la Gran Depresión significaron un cambio radical con respecto al pasado, un cambio que se manifestó a través de la unión entre el “apoyo social” y la “supervivencia” y que se concretizó en un crecimiento económico continuado, sin embargo, tal estado de bienestar, tal estado de “ir a más”, de crecer, ha dejado de lado algo que es imprescindible: la estabilidad.
Por ello, la actual estructura se halla en proceso de profunda modificación debido a que la búsqueda del éxito individual, consustancial a la evolución que el sistema ha adoptado, no ha considerado la necesidad de cumplir los pactos de estabilidad que implíÑ‚Âcitamente estaban contenidos en el proyecto iniciado en 1928, lo que ha implicado un gasto de recursos desmedido que, en la mayoríÑ‚Âa de las ocasiones, ha derivado en el desperdicio.
El motivo de tal desperdicio ha sido la propia filosofíÑ‚Âa capitalista. El Capitalismo es individualista, es decir, cada individuo debe mirar para síÑ‚Â a fin de avanzar en su evolución personal, lo que supone que no ha de preocuparse de los demás porque cada uno de esos demás se fijará, únicamente, en síÑ‚Â mismo; en consecuencia, cada individuo actuará del mejor modo que pueda y sepa para síÑ‚Â, pero esa forma de proceder lleva aparejada el desperdicio de recursos.
Entre 1973 y 1984, con las dos crisis energéticas, el sistema avisa de que al ritmo de consumo a que están siendo sometidos los recursos difíÑ‚Âcilmente se podrá continuar avanzando. La respuesta llega en la década de los 80 con el inicio de la mejora de la productividad, lo que desconecta el crecimiento económico del empleo de los factores productivos, sin embargo, el aspecto individualista del proceso, no se revirtió, más aún, se aceleró: el proceder de los yuppies y la expansión del proceso globalizador lo atestigua.
En los 80 hubiera tenido que abordarse un pacto, hubiera tenido que diseñarse una estrategia colectiva y participativa a fin de optimizar la utilización de los recursos, que hubiese redundado en la disminución de su consumo, lo que no se hizo ya que continuó pensándose en términos individuales. Tal pacto ya fue totalmente imposible a partir de 1995 cuando al proceso se convierte en postglobal gracias a las TICs.
Es decir, el sistema se está muriendo porque ya no es sostenible en su forma actual; está, pues, agotado.
Mañana sigue.
Santiago Niño Becerra. Catedrático de Estructura Económica. Facultad de EconomíÑ‚Âa IQS. Universidad Ramon Llull.
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